sábado, 7 de enero de 2017

Francisco Martín Moreno - La política del buen vecino

Cuando los mexicanos nos percatamos, con meridiana claridad, de que el presidente Trump, nos guste o no, amenazaba con imponer castigos tarifarios a empresas norteamericanas que invirtieran en México, muy a pesar de las probadas ventajas que nuestro país ofrece como generoso receptor de los capitales extranjeros, y lo que es peor aún, cuando dichas amenazas empezaron a surtir efectos nocivos en nuestra economía ya antes de que el prepotente magnate tomara posesión como jefe de la Casa Blanca, varias corporaciones estadounidenses decidieron cancelar o diferir ambiciosos proyectos en el norte de México con sus lógicos efectos en materia de captación de empleos y de generación de riqueza recíproca para ambos países. De golpe entendí que el Tratado de Libre Comercio, por la vía de los hechos, estaba siendo derogado.

Resulta evidente que si en México la mano de obra cuesta dos dólares por hora y en Estados Unidos ésta se cotiza a 20, por lo menos, para que Estados Unidos siga siendo competitivo en el mercado internacional tendrá que subsidiar las diversas ventajas ofrecidas por México, subsidios que deberá autorizar el congreso federal que, a pesar de estar integrado mayoritariamente por republicanos, habrá de oponer las debidas resistencias a que el contribuyente norteamericano pague con sus impuestos estas medidas demagógicas reñidas con la más elemental de las razones. Cuando la globalización ha demostrado, con sus debidos bemoles, su eficiencia económica, constituye un verdadero suicidio volver al amurallamiento de la primera potencia del mundo, cuyos contribuyentes, tarde o temprano, habrán de pagar muy cara la decisión tomada el 8 de noviembre pasado.