domingo, 25 de octubre de 2015

Roberto Arlt - Conversaciones de ladrones

Roberto Arlt ( 1900 - 1942 )

Conversaciones de ladrones

A veces, cuando estoy aburrido, y me acuerdo de que en un café que conozco se reúnen algunos señores que trabajan de ladrones, me encami­no hacia allí para escuchar historias interesantes.

Porque no hay gente más aficionada a las historias que los ladrones.

¿Este hábito provendrá de la cárcel? Como es lógico, yo nunca he pedido determinadas informaciones a esta gente que sabe que escribo, y que no tengo nada que ver con la policía. Además que el ladrón no gusta de ser preguntado. En cuanto se le pregunta algo, tuerce el gesto como si se encontrara frente a un auxiliar y en el despacho de una comisaría. Yo no sé si muchos de ustedes han leído Cuentos de un soñador, de Lord Dunsany. Lord Dunsany tiene, entre sus relatos maravillosos, uno que me parece viene a cuento. Es la historia de un grupo de vagabundos. Cada uno de ellos cuenta una aventura. Todos lloran menos el narrador. Terminado el relato, el narrador se incorpora al círculo de oyentes; otro, a su vez, reanuda una nueva novela que hace llorar también al reciente narrador.

Bueno; el caso es que entre los ladrones ocurre lo mismo. Siempre es a la una o a las dos de la madrugada. Cuando, por A o por B, no tie­nen que trabajar, es casi siempre en un período de vida en que anuncian un formal propósito de vivir decentemente. Aquí ocurre algo extraño. Cuando un ladrón anuncia su propósito de vivir decentemente, lo prime­ro que hace es solicitar que le “levanten la vigilancia”. En este intervalo de vacaciones prepara el plan de un “golpe” sorprendente. La policía lo sabe; pero la policía necesita de la existencia del ladrón; necesita que ca­da año se arroje una nueva hornada de ladrones sobre la ciudad, porque si no su existencia no se justificaría.