domingo, 7 de junio de 2015

Denisse Dresser - Despertamos y el sistema seguía allí

¿Sabe usted qué estudió el candidato por el cual votó? ¿Conoce usted su declaración patrimonial o su declaración fiscal o su declaración de conflicto de interés? ¿Conoce usted su currículum? ¿Sabe usted cómo comunicarse con él (o ella) para presentarle demandas y exigirle que la cumpla? ¿Sabe usted con qué presupuesto contará y de qué manera lo gastará? ¿Sabe usted qué propuestas defiende y qué propuestas critica? ¿Sabe qué iniciativas legislativas ha prometido presentar? ¿Se ha comprometido a transparentar el dinero público que usted le va a entregar a través de los impuestos?

Francisco Coloane - Viven porque están muertos

Francisco Coloane  (1910 - 2002)

Viven porque están muertos

—El amor es un estado patológico que dura más en los débiles y menos en los fuertes —dijo el joven mirando fijamente a la señora de más o menos cuarenta y cinco años de edad, que estaba a su frente.

La otra mujer, de tipo extranjero, que escuchaba la conversación en el departamento, levantó sus bellos ojos verdes con un parpadeo en el que no se podría decir si había coquetería o súplica.

—No he querido decir precisamente que cuanto menos dure esa afección el hombre sea más fuerte; en algunos la flor del amor no nace por falta de sensibilidad, por estupidez o cretinismo en otros. Hay, pues, en resumen, una escala mínima, un período de duración "standard" para las gentes normales. No se podría decir que ese período fuera de un mes, seis meses o un año; el poeta Daniel de la Vega ha dicho "el amor eterno dura tres meses", tendrá el hombre sus razones para hacer afirmación tan categórica...

El joven hablaba de pie, con cierto escepticismo pedante, a veces, en el que decía "afección", "estado", por amor, y con algún temblor emocionado en la voz, a ratos, cuando se refería a "esa tierna flor". Pero en todo daba la sensación de un hombre exaltado que trataba de no caer en la vulgaridad. Había también algo de hombre herido, cuando se dirigía a la mujer madura, cuyos ojos brillantes miraban altos y fijos escrutando con sinceridad. La dama joven escuchaba con la cabeza baja, al parecer ajena a la charla, pero un temblor imperceptible de la barbilla hubiera revelado a un observador lo hondo que la afectaba aquella conversación.