sábado, 30 de junio de 2012

La Guerra de las encuestas.

Colaboración de Tepozteco.

Estos 90 días de campañas transcurrieron, al principio, según varias opiniones, muy aburridos. Sin embargo, quienes iban abajo en las encuestas, no se desanimaron, se intensificó la guerra negativa en contra del “puntero” y se inició un movimiento estudiantil en su contra, cuyos resultados, si hiciéramos caso a las encuestas, únicamente lograron el intercambio entre el segundo y tercer lugar, manteniéndose la ventaja del primero sobre el segundo prácticamente igual pero, al no lograrse lo esperado, con todos los recursos utilizados, salieron a relucir “encuestas”, misteriosas y secretas, según la cuales AMLO (colocado en segundo lugar, con mucha diferencia en contra, por todas las encuestadoras conocidas y autorizadas por el IFE), ya rebasa a EPN y JVM está a solo 2 puntos atrás. Yo tengo en un volante  que distribuye el PAN (en Monterrey) en donde JVM tiene el 34%, EPN 30%  y AMLO 25%, según una encuesta que, ni siquiera, se preocuparon por aclarar su origen.

Aunque, para algunos, las encuestas no tienen validez (a pesar de ser una de las herramientas más utilizadas en los negocios para efectuar estudios de mercado) y, sus diagnósticos no siempre se cumplen, indudablemente, nos proporcionan una idea, muy aproximada de la realidad, cuando menos, mucho más cercana a ella que las exageraciones acostumbradas por los candidatos y sus partidarios, suponiendo que sus deseos podrían modificarla, lo cual podría suceder, en alguna medida, por los efectos de la propaganda.
La encuesta Milenio-GEA/ISA nos proporcionó, por vez primera, una “fotografía” diaria de las preferencias electorales, misma que fue posible cotejar, su grado de aproximación a la realidad, con las publicadas, en varias ocasiones, durante ese período, por otras empresas, del mismo giro, resultando muy similares en  sus predicciones aunque, casi en todos los casos, la diferencia entre el primero y el segundo lugares, era un poco menor en las restantes pero, sí fueron coincidentes con las posiciones relativas de los candidatos, en los mismos tiempos.
Una de las pretensiones del grupo #yosoy132, era enseñarle, a toda la población, a emitir un voto “razonado”, sin darse cuenta que, tenían a la vista un buen ejemplo del mismo. A pesar de la serie de campañas en contra de EPN, acusándolo de ser un producto de Televisa, desde antes de finalizar su gestión como gobernador del Estado de México, al saberse con certeza que sería el candidato del PRI a la Presidencia, se intensificaron las campañas en su contra, cualquier error era difundido hasta el cansancio por los medios de comunicación, sus dos principales rivales, en cada uno de sus discursos, sin excepción, se dedicaron a descalificarlo, tanto a él como a su partido; una lluvia de spots diseñados para hacerles el mayor daño posible, aparecieron, diariamente, en todos los canales de televisión; varios de los comunicadores más prestigiados dedicaron sus artículos a criticarlo con una frecuencia ascendente; se inició el movimiento yosoy132, con el principal objetivo de impedir  que EPN llegara a la Presidencia y, no obstante todo lo anterior, si observamos las encuestas diarias de Milenio, nos presentan, prácticamente, una línea recta, con las variaciones propias de un análisis estadístico (EPN inició con 47.5% de las preferencias y terminó, después de 101 días, con 46.9%, prácticamente igual), lo cual evidencia, sin lugar a dudas, que sus partidarios sí evaluaron y meditaron su decisión, al grado de no verse influenciados, posteriormente, por la “avalancha” de críticas en su contra, es decir: razonaron su voto.
Pero, ¿Cuáles han sido los alcances del movimiento yosoy132?, si no hubiera encuestas al respecto, no podríamos definir, con cierto grado de certeza, cuál ha sido su logro, hasta la fecha. Según una encuesta, también de Milenio-GEA/ISA, si se tomaran en cuenta solamente a los estudiantes y fueran ellos los únicos votantes, la elección la ganaría AMLO, con los porcentajes siguientes: AMLO 34%, EPN 28% y JVM 28%, y si consideráramos que antes de dicho movimiento AMLO tenía solo el 19% y lo superaba EPN, dicho movimiento sí logró modificar las preferencias de  los estudiantes, no de todos, aproximadamente, la tercera parte de ellos votarán por AMLO.
¿Qué tanto de verdad tiene lo pregonado por AMLO, de que los jóvenes están con él?, nuevamente, si no existiera ninguna encuesta sobre ese particular, no sería posible definirlo. Afortunadamente, hace unos días (del 21 al 24 de junio), el Grupo REFORMA realizó una encuesta muy completa, no solo determinó los porcentajes totales de los tres principales contendientes (EPN 41%, AMLO 31% y JVM 24%) sino, además, los porcentajes por regiones y por rangos de edades. Las preferencias de los jóvenes entre 18 y 29 años son: EPN 34%, AMLO 27% Y JVM 19%, por consiguiente, es completamente falso que los jóvenes estén con AMLO, únicamente el 27% de ellos y, si solamente votaran los jóvenes, AMLO perdería por 7 puntos, según esta encuesta.
Si se consideraran los porcentajes por regiones: Norte, EPN 49%, JVM 26% y AMLO 19%; Centro Occidente, EPN 42%, JVM 30% y AMLO 25%;  Centro, AMLO 39%, EPN 36% y JVM 21%; Sur, AMLO 38%, EPN 37% j JVM 19%.  Si en la Región Centro se considerara exclusivamente el D.F., AMLO superaría a EPN por 25%, si es que recuerdo correctamente la cifra comentada  en el Noticiero de Ciro Gómez Leyva.
En resumen, la ventaja según Mileno-Gea/ISA, de EPN sobre AMLO es de 18%, según el promedio de 6 encuestadoras, oficialmente reconocidas, la ventaja es de 15% y según el Grupo REFORMA de 10%, en consecuencia, seguramente ganará EPN, serán las elecciones más difundidas nacional e internacionalmente y las más depuradas para descartar cualquier probabilidad de fraude en los números de votos computados pero, seguirá existiendo la probabilidad de votos comprados u obtenidos por otras causas, sin embargo, considerando los millones de votos que se esperan de diferencia entre el primero y segundo lugares, su influencia en los resultados no será determinante, si es que se llevara a cabo.
 En base a las cifras mostradas en los párrafos anteriores, parecería muy difícil que alguna persona dudara de la legalidad de la elección, si ésta es ganada por EPN, sin embargo, la realidad, desgraciadamente, es muy diferente, se ha alimentado la posibilidad de fraude con tal intensidad que, si él es el triunfador, se generarán muchas protestas, siendo muy difícil predecir hasta que punto llegarán. Aunque es preocupante seguir observando letreros en el grupo de los yosoy132, “Si hay imposición habrá revolución”, no lo es tanto como lo es el haber “despertado” al EZLN, según noticias no muy difundidas. Esperemos que las inconformidades se puedan resolver por las vías legales.
Aclaración necesaria: aunque las cifras son correctas, su interpretación es subjetiva, refleja únicamente mi punto de vista, por lo tanto, seguramente habrá opiniones muy diferentes y mucho me gustaría conocerlas.
Un cordial saludo a todos los foristas.

Rene Delgado - Una oportunidad.

Algo anda mal cuando una nación piensa que, cada seis años, debe decidir su destino y no sólo elegir a quienes deben conducirlo a él. La confusión de lo esencial con lo accidental ha provocado un daño enorme al país que, sexenio tras sexenio, regresa cada vez más desesperado al punto de partida.

Salir de ese círculo vicioso no es sencillo. Pese a la definición constitucional de la democracia, no sólo como una estructura jurídica y un régimen político sino como un sistema de vida, el empeño de los gobiernos y los partidos se ha puesto en reducirla a su expresión electoral. Reconocer, impulsar y practicar la democracia en su dimensión cabal supondría acotar el poder de los gobiernos y los partidos a partir del empoderamiento de la ciudadanía y, obviamente, eso no interesa a la clase política como tampoco a los poderes fácticos que, en la democracia tutelada y limitada, encuentran el nicho para conservar sus privilegios a costa de los derechos generalizados. Por eso, y a pesar del discurso, la élite política quiere electores de temporada, no ciudadanos de tiempo completo.

Por eso la elección de mañana reviste, como muchas de las anteriores, una importancia extraordinaria. Mañana el electorado debería volcarse en las urnas, pero no para colocar en el Ejecutivo y el Legislativo a quienes considera que traen en el bolsillo la llave del éxito nacional, sino a quienes cuentan con las claves para convocar a la nación para fijar una meta común y compartida. Si se acude a las urnas para coronar a quienes deben desarrollar una propuesta sin el respaldo del acuerdo nacional, de nuevo se estará jugando a la resta y no a la suma política.

Si el electorado cae en el garlito de darle una vuelta más al círculo, en vez de darle una oportunidad a la nación se podría pasar del desencuentro a la discordia. Por más que la propaganda quiera, no se puede votar por un proyecto de nación si no es de la nación ese proyecto. Por más que la propaganda quiera, no se puede votar por una democracia efectiva si no hay una democracia completa.

 El país perdió el rumbo hace ya mucho tiempo. La muerte embellece en estos días a Miguel de la Madrid, pero, sin desconocer sus méritos, durante su administración se sustituyó el acuerdo nacional por los pactos sectoriales que marginaron a porciones importantes de la sociedad.

Desde antes, el desacuerdo nacional comenzó a gestarse pero la riqueza petrolera tendió un velo sobre su deshilvanamiento. Sin un mercado petrolero boyante, el tratamiento de shock económico impuesto por el delamadridismo significó el debilitamiento de los puentes de entendimiento político. Puentes que el salinismo terminó por derrumbar, creando un espejismo: apertura económica con cierre político, modernidad en casa del anticuario. Solidaridad para los millones de pobres, patrimonio público para los cientos de ricos con pase automático al primer mundo, que feneció al amanecer del 1o. de enero de 1994.

Si Miguel de la Madrid practicó la resta política, Carlos Salinas de Gortari fue más lejos: pasó de la resta a la eliminación -en sentido real y figurado- política. El autoritarismo salinista fue vestido de traje azul y corbata púrpura, curiosamente, por el conservadurismo político y religioso. La cúpula albiazul tradujo su entendimiento con el salinismo en su supuesta victoria cultural, la cúpula eclesial tradujo en su reconocimiento que, aun hoy, le resulta limitado. La violencia política comenzó a ganar terreno y el crimen espacio para su desarrollo hasta terminar por emparentarse.

A partir de entonces, los pactos extralegales sustituyen a los acuerdos nacionales; los parches legales, a las reformas estructurales; las acciones de emergencia, a los actos planeados; las administraciones, a los gobiernos; los paliativos, a las soluciones. Y desde entonces, en cada elección, la nación se juega el todo en las urnas para toparse después con una frustración completa.

Son muchos años actuando así. Años en los que la clase política busca paisanos en el pasado, pero no contemporáneos en el futuro.


A partir de la crisis de 1994, la clase política buscó construir un modelo electoral aceptable para la ciudadanía, pero no un modelo político para empoderarla.

Desarrolló un nuevo régimen electoral, pero no un nuevo régimen político. Gobierno y partidos se interesaron más en replantear con legitimidad el reparto del poder, que en replantear en la legalidad el sentido del poder. Tuvieron otra oportunidad para renovar el régimen político en la alternancia legislativa de 1997, y una más en la alternancia presidencial de 2000. Ambas oportunidades las desperdiciaron: se dio la alternancia sin alternativa. Redujeron la democracia a un juego de turnos en el poder para ejercer el no poder, para ganar las elecciones pero no el gobierno.

De las posibilidades del gobierno dividido -entendiendo por éste el dictado del electorado para equilibrar al Ejecutivo y el Legislativo y forzar los acuerdos-, se hizo el gobierno paralizado. Del desacuerdo, se hizo el destino. La ruta de los mandatarios panistas comenzó a trazarse con encuestas, la popularidad por encima de lo prioritario. Asombran quienes se espantan ante el peligro del supuesto populismo de izquierda, cuando llevan dos sexenios bajo la égida del populismo de derecha.

Sin la expansión de la democracia al campo político, económico y social, el régimen electoral comenzó a debilitarse hasta perder credibilidad y quedar al borde del abismo de una crisis constitucional con la elección de Felipe Calderón. Sin acuerdo ni estrategia pero contra la pared de su ilegitimidad, el nuevo mandatario corrió la aventura de legitimarse a partir de una guerra para teñir de rojo al país y hundirlo en la división.

Así, se va de nuevo a las urnas, sin acuerdo en lo profundo y con la ilusión de ver qué emana de las urnas, siendo que una elección no garantiza eso. Se va a las urnas pensando en cómo quedará ahora dividido el país, sin reconocer que se está a un paso de la discordia.


Por eso y, a pesar de la aparente contradicción, es menester saturar de votos las urnas, privilegiar a quienes desde Los Pinos y San Lázaro pueden convocar a la nación en su conjunto, reanimar la fe democrática a partir de la reforma del poder y no sólo de su reparto entre las élites, y trabajar en favor de un acuerdo para fijar un destino que, establecido, permita después elegir en libertad y sin miedo, convencidos de que una elección no es la ruleta rusa.

Hay que votar a favor de un acuerdo nacional para restablecer el rumbo y no regresar más al punto de partida.



Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/663/1325076/default.shtm

José Woldenberg - Eurocopa y elecciones


La disposición legal que obliga a terminar las campañas tres días antes de los comicios, supone, de manera extraña, que se requiere antes del día estelar un periodo de distensión, de calma. En esas minivacaciones, no debe pasarse por alto que el domingo vuelven a coincidir, como el 2 de julio del 2000, la final de la Copa Europea y la jornada electoral.

En el año 2000 preparábamos lo que el Consejo General y su presidente (yo) debían hacer ese día. Queríamos, entre otras cosas, ofrecer información de primera mano del desarrollo de la jornada y de los resultados. Y llegamos a la conclusión de que lo óptimo sería programar una serie de mensajes en cadena nacional. Se trataría de cortes breves para comunicar diversos asuntos.

La Eurocopa inició el 10 de junio y (creo que) por primera vez las sedes fueron dos países: Bélgica y Holanda. La ronda inicial dejó no pocas sorpresas, la mayor quizá, que en el grupo uno, Portugal y Rumania eliminaron a Alemania e Inglaterra. En el dos, Italia y Turquía dejaron en el camino a Bélgica y Suecia; en el tres, España y Yugoslavia (ya muy disminuida) hicieron lo propio con Noruega y Eslovenia (unos años antes parte de Yugoslavia), y Holanda y Francia sacaron de la competencia a Dinamarca y a la casi naciente República Checa.

Mientras, en el IFE discutíamos y diseñábamos las intervenciones en cadena nacional para el día de la elección. El plan quedó de la siguiente manera: a las tres de la tarde, un informe de la instalación de las casillas; a las ocho de la noche, un nuevo comunicado sobre el desarrollo de la jornada; a las once, el informe estelar sobre los resultados del conteo rápido de la elección presidencial; a las tres de la madrugada, una explicación del avance del Programa de Resultados Electorales Preliminares, y a las siete de la mañana del 3 de julio, un balance general.

Los cuartos de final fueron tensos e interesantes. Francia le ganó a España 2 a 1, Portugal 2 a 0 a Turquía, Italia 2 a 1 a Rumania y Holanda goleó a Yugoslavia 6 a 1. (Media docena de ostiones dijo entonces un célebre biólogo). Pero las finales fueron aún mejores. Se jugaron el 28 y 29 de junio, y en la primera Francia dejó tendido a Portugal 2 goles a 1, mientras Italia derrotaba a Holanda, en penaltis, 3 a 1. Tres de los cuatro que tiró Holanda, los falló.

Al inicio de la jornada, como suele hacerse, se instaló el Consejo General, los representantes de los partidos hicieron breves valoraciones del proceso y yo di un mensaje. Se decretó un receso para que los integrantes del Consejo pudiéramos ir a votar. Todo se desarrollaba sobre rieles.

La final de la Eurocopa inició a la una de la tarde hora de México, e Italia y Francia protagonizaron un auténtico duelo. El primer tiempo terminó cero a cero, en un juego trabado, ríspido, difícil. Fue hasta el minuto 10 del segundo tiempo que Marco Delvecchio clavó un gol. Y ya se sabe -o se sabía-, una vez que Italia mete un gol, resulta casi imposible remontar el marcador. Desde el famoso catenaccio, inventado por Helenio Herrera, la defensiva italiana se convertía en una auténtica fortaleza inexpugnable. Bien lo pontificó el propio "Mago": si no te meten gol, no puedes perder.

Como a las dos y media salí de la oficina para ir al set que se había preparado en las instalaciones del IFE, desde donde se trasmitiría el primer mensaje en cadena nacional. Llegué y estaba todo listo. De repente se escuchó el grito inconfundible de Gooool. En tiempo de compensación, minuto 94, Sylvain Wiltord había anotado por Francia y el partido se empataba. Se jugarían tiempos extras. Quien metiera el primer gol, el llamado de oro, sería el campeón de Europa. No lo teníamos previsto.

A las tres en punto informé de la instalación de las casillas. De 113 mil 423 solamente 13 no se habían colocado. Cerca del 95 por ciento de los presidentes de las mesas eran los que se habían nombrado previamente. Y ofrecí las cifras del número de representantes de los partidos acreditados en las casillas. Todo marchaba bien. Pero los aficionados al futbol habían resentido que su partido, en el momento cumbre, se interrumpiera intempestivamente por la cadena nacional.

El mensaje duró tres minutos. Y en las pantallas reapareció el juego. Uno de los dos porteros, no me acuerdo si Barthez de Francia o el de Italia (no recuerdo el nombre), había sufrido un foul y se había quedado tendido sobre el césped casi dos minutos. El partido seguía empatado a uno. Uf, habíamos corrido con suerte. Y la buena estrella se hizo aún más patente cuando unos cuantos segundos después, David Trezeguet, que no alineó desde el inicio, metió el gol que daba la copa a Francia.

A la semana siguiente tuve el siguiente diálogo con un sobrino de 8 años. -¿Cómo se te ocurrió interrumpir el partido? -Bueno, las elecciones son más importantes que el futbol. -Todos en mi salón se quejaron de tu mensaje. -Explícales que le mandamos decir al portero que hiciera tiempo mientras yo hablaba.

Desde entonces mi sobrino no me cree nada.



Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/663/1324522/default.shtm

Emilio Zebadúa ex consejero IFE - Las primeras elecciones


Este domingo 1 de julio será la primera elección presidencial en la que
no esté en juego la definición de nuestra democracia. Su importancia
estriba más bien en la selección del equipo gobernante que tendrá que
resolver los grandes problemas de México. En las elecciones anteriores,
las del 2000 y 2006 y, de una manera fundacional, en la de 1988, lo que
se definía era el tipo de régimen para el país. Primero, la alternativa
fue (1988, 2000) entre un gobierno-de-un-solo-partido y la alternancia a
través de alguna expresión de la sociedad civil (PAN, PRD). En la
segunda ocasión (2006), la opción que hubo en la boleta fue entre esas
dos fuerzas políticas disputándose la representación nacional —a partir
de ciertas diferencias sociales que las conformaban.

Pero la democracia como régimen ya quedó consolidada en nuestro país.
Las decisiones sobre el grupo gobernante se resuelven en elecciones
organizadas por el Estado, e independientemente de críticas o incluso
protestas, las instituciones encargadas de ello (IFE, TEPJF, autoridades
estatales) existen y son funcionales. Después de dos sexenios de
alternancia en la Presidencia, y de un sistema partidista plural,
competitivo y federalista de gobiernos divididos, separación de Poderes,
con organismos autónomos encargados de partes del ejercicio del poder,
en las elecciones ya no está en juego la democracia o el tipo de
régimen. La importancia de las elecciones en México ahora recae en la
selección del líder y el equipo de trabajo gobernante que se harán cargo
de la solución a una serie de temas estratégicos que conforman la agenda
nacional —crecimiento y competitividad, empleo y seguridad social,
relaciones con Estados Unidos, lucha contra el narcotráfico, calidad
educativa, quizás algún otro.

Con el voto de la mayoría se definirá quién se hará cargo de la
administración del gobierno en los próximos años. El resultado
democrático revelará —desde la perspectiva de las élites y la población
en general— a quién se considera con mayor capacidad para gobernar el
país en la coyuntura actual, con los problemas concretos que hoy
enfrenta la sociedad.

Si se acepta la comparación, las elecciones del 1 de julio son similares
o equivalentes a las que se realizan rutinariamente en Estados Unidos o
en los países de Europa Occidental. Tienen la misma naturaleza y cumplen
el mismo fin. El voto no tiene ya el propósito de modificar el régimen
político y los cambios en el partido en el poder, cuando se dan, son
cambios en el personal dirigente y, a lo más, cambios en algunas de las
políticas públicas. La decisión popular gira alrededor de la continuidad
o el cambio (Obama versus los ocho años de crisis fiscal de Bush;
Hollande versus la política monetaria de Merkel-Sarkozy), y las élites
generalmente son las que deciden, de votarse así, qué tan profundo será
dicho cambio.

Aun con estas consideraciones, la importancia de esta elección
presidencial y del Congreso no puede minimizarse. La dimensión de los
problemas que enfrenta el país exige decidir si debe haber continuidad o
cambio, y en su caso qué tipo de cambio. Se debe elegir al candidato que
represente la opción más eficaz para organizar un gobierno, impulsar la
competitividad y garantizar los equilibrios políticos en cada tema de la
agenda y sector de la sociedad. Por ello, en esta elección del domingo
el voto de cada ciudadano es determinante.

emilio.zebadua@hotmail.com <mailto:emilio.zebadua@hotmail.com>

Ex consejero electoral del IFE

Jaime Sánchez Susarrey - El fraude

Los rumores y la descalificación del proceso electoral resuenan de nuevo. En los círculos cercanos a AMLO se habla no del fraude que vendrá, sino del fraude que ya está en marcha

El 19 de mayo de 1974, Valery Giscard d'Estaing se impuso sobre François Mitterrand por una mínima diferencia: 1.26 por ciento. El candidato del Partido Socialista Francés aceptó la derrota y jamás denunció la existencia de un fraude electoral. Siete años después, Mitterrand derrotó a Giscard d'Estaing y se convirtió en el primer presidente socialista de la posguerra.

El 18 de septiembre de 2005, Angela Merkel venció a su contrincante socialdemócrata por un solo punto (35.2 por ciento versus 34.2 por ciento). Los integrantes del Partido Socialdemócrata no sólo no impugnaron los resultados, sino acordaron formar gobierno con la Unión Demócrata Cristiana y la Unión Social Cristiana, y Merkel fue elegida canciller.

El pasado 17 de junio, los griegos fueron a las urnas para decidir si continuaban o no en la Comunidad Económica Europea. Alexis Tsipras, candi- dato de la izquierda (Syriza), obtuvo 26.89 por ciento versus 29.66 por ciento de Antonis Samaras, de Nueva Democracia. La diferencia fue de 2.77 por ciento. No hubo impugnaciones ni denuncia de fraude.

La mañana del 2 de julio de 2006 nadie hablaba de fraude electoral. Horacio Duarte, representante ante el IFE de la coalición que apoyaba a López Obrador, manifestó: "Estamos convencidos de que el día de hoy a las 8 de la noche, cuando cierre la última casilla de nuestro país, los ciudadanos habrán de estar levantando la V, la V de la victoria, la victoria de los ciudadanos. Es la hora de México, es la hora de los ciudadanos y a eso nos atenemos en la Coalición por el Bien de Todos".

No hubo en su discurso ninguna queja ni denuncia de irregularidades. No habló de inequidad en la contienda ni se refirió a la compra o coacción del voto. Y no tenía razones para hacerlo. Porque Televisa, durante cinco largos años, había dado una cobertura sin precedente a López Obrador. Todas las mañanas las conferencias del jefe de Gobierno eran transmitidas y fijaban la agenda del día.

La denuncia de un gran fraude empezó hasta la tarde del 3 de julio. López Obrador denunció la pérdida de 3 millones de votos. La mentira era mayúscula. Pero había sido precedida por otra cifra igualmente falsa: los conteos rápidos le otorgaban, según él, una ventaja de 500 mil votos.

Lo que vino después fue una feria de delirios y disparates. Se habló de un algoritmo (una fórmula en la computadora) que alteraba el conteo del PREP a favor de Felipe Calderón. Y luego se denunció un fraude a la antigüita mostrando un solo video que resultó completamente falso.

Ahora, a seis años de distancia, los rumores y la descalificación del proceso electoral resuenan de nuevo. En los círculos cercanos a AMLO se habla no del fraude que vendrá, sino del fraude que ya está en marcha. Un académico "de altos vuelos" presenta pruebas tan contundentes como la confabulación de Peña, Televisa y los gobernadores priistas.

Y esto sin mencionar la consigna del sector más cercano al perredismo del movimiento #YoSoy132: "si hay imposición, habrá revolución", que se traduce en una tesis muy simple: si pierde AMLO y gana Peña, hay imposición. ¿La prueba? El hecho mismo. Para ellos es una verdad evidente que no necesita demostración. Pero, ¿qué es lo que está fallando? ¿El andamiaje democrático? ¿Las leyes y las instituciones de Francia, Alemania y Grecia son infinitamente superiores a las mexicanas? ¿Es por eso que estamos atrapados y nos encaminamos hacia otro conflicto poselectoral?

No, no es el caso. El andamiaje democrático es muy sólido. Enumero: un IFE autónomo. Ciudadanización de las elecciones: personas comunes y corrientes organizan y cuentan los votos en las casillas. Un padrón confiable. Credencial con fotografía. Presencia de los partidos en todas las casillas e instancias electorales. Equidad en la contienda, tanto en recursos como tiempo en medios electrónicos.

Y añado la prueba de fuego: la alternancia. En 1997, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y reconoció la victoria de Cárdenas en el DF. En 2000, Vicente Fox obtuvo la victoria y el PRI reconoció sin chistar su derrota. En 2003, el PAN no obtuvo la mayoría en la elección intermedia. Y en 2009 volvió a ocurrir lo mismo.

Pero además, todo indica que mañana el PAN perderá la elección presidencial y algunos estados donde lleva sexenios gobernando. Y no hay ni la más remota sospecha o evidencia de que el gobierno de la República o los gobernadores panistas vayan a desconocer los resultados de las elecciones.

Así que no hay que hacerse bolas. La prueba de fuego del temple democrático de un partido, político o gobierno está en reconocer la derrota y ajustarse al resultado de las urnas. Esto es lo que pasa en todos los países democráticos. Por eso no hay conflictos poselectorales.

En México, el PRI y el PAN han acreditado fehacientemente su apego a este principio. Porque de no haber sido así, el PAN no habría alcanzado la Presidencia de la República democráticamente y ahora intentaría mantenerse en el poder por cualquier medio.

El conflicto poselectoral que se avecina, como el de 2006, no es consecuencia de la falta de cultura cívica de la ciudadanía. Es consecuencia de una "izquierda" que es incapaz de reconocer sus derrotas. Pero sobre todo es consecuencia de Andrés Manuel López Obrador.

A final de cuentas, él ha sido el principal instigador y promotor del conflicto poselectoral. Lo fue en 2006 y lo está siendo otra vez. De ahí que cause risa que los perredistas espanten con el petate del muerto del autoritarismo priista, cuando tienen a su Ilustrísima en su propia casa.

La prueba de fuego de un demócrata está en reconocer la derrota y AMLO jamás la ha pasado.



Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/663/1325077/

Cuento tradicional Japones - Momotaro

Momotaro

Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar de Japón vivía una pareja de ancianos.

Un día el anciano salió a la montaña a recoger leña mientras que su esposa fue al río para lavar ropa. En eso estaba cuando vio a un enorme melocotón que bajaba por el río, aguas abajo.

Ella lo recogió y se lo llevó a casa.

El anciano al llegar a casa se sorprendió al ver tan enorme melocotón! y dijo: “¡Qué melocotón tan grande!, ¿lo cortamos? y la anciana contestó: “¡Sí, vamos a cortarlo!”.

En ese momento el melocotón empezó a moverse, se rompió y de su interior salió un niño. Los ancianos se sorprendieron al ver a un niño salir de aquel enorme melocotón, y a la vez, una gran alegría los embargó al ver en él al hijo que no tenían.

“¡Lo llamaremos Momotaro! porque nació de un “momó” (melocotón). Taro - varón

Momotaro comía mucho y creció fuerte y robusto. Nadie podía rivalizar con él, pero había algo que preocupaba a los ancianos: en todo ese tiempo, no había pronunciado ni una sola palabra.

Pasó el tiempo y llegaron unos días en que unos demonios estaban causando alboroto y cometiendo fechorías por todo el pueblo. Ante eso, Momotaro pensaba dentro de sí: “¡Esta situación no lo puedo tolerar!”.

Un día, de repente comenzó a hablar y dijo a sus padres: “¡Voy a subyugar a los demonios! Por favor ayúdenme con los preparativos para mi salida.” Los ancianos se quedaron sorprendidos al escuchar por primera vez la voz de Momotaro.

El anciano, después de reponerse de la sorpresa, se dirigió a Momotaro diciéndole: “Hijo, es mejor que desistas de hacer cosas tan peligrosas”.

Pero los ancianos al ver la determinación de Momotaro, decidieron ayudarle en lo posible con su empresa. Le entregaron ropas nuevas y de alimento la ancianita le había preparado “kibi dango” (bola hervida de harina de mijo).

Momotaro partió hacia la isla de los demonios y los ancianos rezaban a dios para que su hijo se encontrara sano y salvo.

Momotaro se encontró con un perro durante el viaje. El perro le dijo: “¡Oiga! Déme un “dango” (pan de arroz) por favor. Si me lo dá le ayudo”. Momotaro le entregó un “dango” y empezaron a caminar juntos.

Momentos después se encontraron con un mono, el cual pidió a Momotaro lo mismo que el perro. Momotaro tomó un “dango” y se lo entregó, y los tres empezaron la marcha nuevamente.

En el camino a la isla del demonio, encontraron a un faisán, el cual pidió lo mismo que los anteriores y se unió al grupo.

Pasaron unos días y llegaron por fin a la “isla de los demonios”. El faisán realizó un vuelo de reconocimiento y al volver dijo:”Ahora todos están tomando Sake“. Momotaro pensó que era una buena ocasión y dijo:”Vamos”.

Pero no podían entrar porque el portón estaba cerrado. En ese momento el mono saltó el portón y abrió la cerradura.

Los cuatro entraron a la vez y los demonios quedaron sorprendidos al verlos. El perro mordió a un demonio, el mono arañó a otro mientras que el faisán picoteaba a un tercero.

Momotaro dió un cabezazo al jefe de los demonios y le dijo: “¡Ya no hagan cosas malas!”.

Los demonios contestaron: “¡Nunca más lo haremos!, ¡perdónanos!”.

Momotaro los perdonó y recobró el tesoro robado, volviendo a casa sano y salvo con sus amigos.

Momotaro estaba muy contento de haber realizado su sueño.

¡Y colorín colorado este cuento se ha acabado!.


Leído en: http://japonenunatazadete.wordpress.com/2008/02/23/momotaro-cuento-tradicional-japones/

Villoro - El Bueno, el Malo y el Peor

Voté por primera vez en 1976, a los 20 años. La oferta electoral era tan pobre como la de ahora, pero por otras razones. Harta de fraudes, la oposición se negó a presentar candidatos. José López Portillo, del PRI, era el único aspirante. En vísperas de ese simulacro escribió Jorge Ibargüengoitia: "El domingo son las elecciones. ¡Qué emocionante! ¿Quién ganará?".

De acuerdo con las encuestas, el próximo domingo ocurrirá algo parecido. Aunque hay cuatro candidatos, los sondeos reiteran que ganará Enrique Peña Nieto. Su ventaja parece tan sólida que uno siente que el futuro ya ocurrió. El PRI vuelve a semejar lo Inevitable.

Durante 71 años México se sometió a un teatro sucesorio donde el destino se decidía en la sombra. Los acuerdos se hacían en "lo oscurito" y el quehacer político era conocido como "la tenebra". El Presidente elegía a su relevo con un criterio defensivo: no buscaba al más apto ni al más allegado, sino al que pudiera hacerle menos daño. Para legitimarse, el recién ungido se distanciaba de su antecesor y en ocasiones lo sacrificaba. Este ritual de probable inspiración azteca era un absurdo eficaz: garantizaba la estabilidad del clan y permitía la renovación con pugnas intestinas.

El deseo de una democracia auténtica nos hacía suponer que, en cuanto hubiera elecciones limpias, la lucidez tocaría nuestras frentes para elegir al mejor candidato. Ignorábamos que el equívoco puede ser democrático y a veces gana el peor.

En 2000 un ranchero de grandes botas subió a un estrado para patear un ataúd con el membrete del PRI. Se convirtió en el primer Presidente de la alternancia. Hoy en día ese mismo ranchero pide el voto útil para el PRI. De este modo Vicente Fox sugiere que el cambio no tuvo sentido y todo salió mal.

Y aquí viene la gran incógnita: ¿cuántas elecciones a la Presidencia puede ganar el PRI en la elección de 2012? Un partido que se mantuvo en el poder durante 71 años mide los ciclos en términos cosmogónicos. El PRI está al frente de la mayoría de los gobiernos locales y domina la estrategia de repartir prebendas a cambio del voto. Se presenta como el único que tiene las llaves del Sistema y conoce las cámaras secretas de la Pirámide. Poco importa que esas llaves sean robadas o que los pasadizos conduzcan a la impunidad. Su capacidad de control es abusiva, pero concede favores. En forma indeleble, Octavio Paz lo definió como el Ogro Filantrópico.

El Observatorio Universitario Electoral acaba de hacer una encuesta en 600 secciones electorales (las habituales son 100) y encontró que el 56.4% de los electores guían sus preferencias por los siguientes motivos: "Es con quien mejor nos iría a mí y a mi familia, o a mi barrio" y "Siempre nos regala cosas". Millones de votantes responden a la "democracia" clientelista instaurada por el PRI. La avasallante publicidad de Peña Nieto reitera con habilidad ese mensaje: el Presidente no gobierna; favorece.

Si el PRI gana, sus pactos corporativos y sus redes para mantener las expectativas le permitirán reforzarse en las siguientes elecciones. Mi cálculo optimista es que gobernaría al menos por tres sexenios, lo cual me deja la opción de votar por el cambio a los 73 años.

Como la realidad existe para ser trans-figurada, no dejo de concebir la esperanza de que el futuro no se parezca a las encuestas.

De manera implícita, las elecciones son un referéndum sobre el Presidente que sale del cargo. Aunque no aparezca en la boleta, los votantes califican su actuación al alejarse o acercarse a lo que él representa.

Sea cual sea el desenlace, el domingo se confirmará la bancarrota política de Felipe Calderón. Cuestionado en todos los frentes e incapaz de imponer a su candidato dentro del PAN, el Presidente que conduce una guerra irresponsable acaba de recibir una irónica oferta de Josefina Vázquez
Mota: ocuparse de la PGR, su auténtica vocación. La candidata de su propio partido define su nivel de estadista.

Quien más ha insistido en que el problema de la violencia se resuelve con la educación es precisamente Vázquez Mota. Aunque el tema estuvo lejos de la agenda electoral, ninguno de los otros candidatos avala a Calderón.

En el casting de las aspiraciones, Peña Nieto representa al Malo (lo cual no le quita votos porque es el Ogro Filantrópico). Dependiendo de las preferencias, cualquiera de los otros tres puede encarnar al Bueno. Nadie disputa a Calderón la estelaridad del Peor. Todos se proponen salir del agujero que él dejó.

"El domingo son las elecciones. Qué emocionante. ¿Quién ganará?". Es posible que el regreso del PRI sea inevitable. Sin embargo, como una de nuestras más arraigadas tradiciones es la impuntualidad, también es posible que el cambio se produzca a última hora.

Lo único cierto es que cada voto servirá para despertar de la pesadilla que desató Felipe Calderón.



Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/663/1324828/default.shtm

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